Juan Villoro: crónicas de una juventud



Durante la pasada FIL de Guadalajara, tuve el placer de presenciar una mesa en la cual participó Juan Villoro (México, 1956). La sala estaba llena, no sólo de eruditos o amantes de la literatura, sino también  de ciudadanos que asistían a una Feria del Libro por primera vez. Estaban allí para ver al periodista y escritor.
Juan Villoro, el nombre, había comenzado a tener resonancia en el país debido a su poema, “Puño en alto”, el cual había sido formulado como respuesta al dolor de los estragos causados por el sismo del 19 de septiembre… el del 2017. Pero Juan Villoro, el escritor, llevaba ya una larga carrera literaria, incluso iniciada mucho antes de que ocurriera el terremoto del 19 de septiembre… el de 1985.
            Villoro inició su vocación literaria a los 15 años, inspirado por uno de los escritores más transgresores de la Generación de la Onda: José Agustín. Fue después de haber leído la novela De perfil, del autor mencionado, que Villoro decide asistir a talleres de escritura, siendo el primero de ellos en 1973, impartido por Miguel Donoso Pareja, en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Para 1977, Villoro comienza a escribir los guiones radiofónicos del programa El otro lado de la luna, en Radio Educación, así como también a producirlo y conducirlo. Este proyecto culminaría en 1981, sin embargo, se convertiría en la semilla que, cinco años después, germinaría en el libro Tiempo transcurrido: crónicas imaginarias (1986).
            Si logramos hacer la relación del nombre del programa de radio en el que colaboró Villoro, podremos saber de antemano la temática de Tiempo transcurrido. El otro lado de la luna, no es otra cosa que un intertexto, modificado y castellanizado, del famoso álbum The dark side of the moon, de la célebre banda británica Pink Floyd. En este programa de radio, Villoro realizaba una crónica musical y de la misma manera quiso repetir, pero en escrito, el mismo trabajo que realizó en sus cuatro años de conducción.
            La estructura de Tiempo transcurrido, facilita al lector la comprensión de lo que sucedía en el ámbito musical e histórico del país. El libro, al que no me atrevo llamar “de cuentos”, consta de dieciocho capítulos, cada uno designado a un año específico: comenzando en 1968, durante el movimiento estudiantil de dicho año y terminando en 1985, poco antes del terremoto que sacudiría a la nación entera. Villoro explica, en su introducción, los motivos por los que decide no hacer mención del sismo en sus crónicas: “No puedo pensar en el sismo como asunto literario, desconfío de los que en momentos de peligro tienen más opiniones que miedo.” (Villoro, 2001, p. 10). Así pues, cada año es una crónica, desde la perspectiva de un personaje, vinculado al género musical de su agrado, pero característico del momento.
            Es necesario reconocer que los género musicales de estos casi veinte años que abarcan la obra, surgen y se desarrollan dentro del propio contexto histórico del país de origen de las bandas y artistas musicales. Tenemos pues, grupos y solistas extranjeros, con estéticas particulares, que conmocionaron a toda una juventud mexicana por aquello que representaban y en lo que simpatizaban con los ideales de un país (México) que se encontraba en busca de una identidad, ya que comenzaban a enfrentarse a los inicios de una globalización, siendo la distribución musical uno de los primeros indicios de este hecho.
            Como menciono, los personajes principales de cada crónica son jóvenes. Villoro observó cómo, en esta etapa de pre- adultez, la música es parte importante de la formación del individuo. De allí que el hecho de relevancia de la vida de los personajes, esté relacionado con un género de música y, desde allí, este acontecimiento es contado. Sin embargo, Villoro no ignora que el contexto histórico nacional haya influenciado en los personajes, no obstante, en el mundo diegético de ellos, estos eventos no tienen tanta relevancia como la tienen ahora para nosotros. En el mundo diegético, como en el “real”, lo que es verdaderamente trascendental es lo que sucede más próximo a nosotros, no aquello que leemos o escuchamos que se está llevando a cabo en otro lugar, pero en nuestro mismo tiempo. Así pues, los hechos históricos de relevancia como la represión del 68, las olimpiadas del mismo año, las sucesiones presidenciales, la estructura social de la ciudad de México clasificada por colonias, se contraponen a lo que realmente es importante para los personajes: conseguir el nuevo disco de esa banda que no corresponde a ningún género musical en concreto; evadir la realidad formando una comuna hippie a las afueras de la ciudad (para después enterarse que es territorio ejidal y tener que salir de allí); y claro, las relaciones de amor y amistad con aquellos que compartían gustos por el mismo género musical.
            Las dos constantes en la literatura de Juan Villoro, están presentes en Tiempo transcurrido: mirada y ciudad. Villoro, observador del comportamiento humano, opta por la crónica para intentar presentar la realidad que él percibe, a sus lectores. Esta realidad corresponde a la que se desarrolla en la ciudad de México. Como Licenciado en Sociología que es, Villoro ha optado por la crónica y el periodismo para informar al pueblo mexicano y al mundo, de las situaciones que nos atañen a los mexicanos. Villoro permite que nos reconozcamos en sus escritos, para que así podamos tener conciencia de nuestros actos y reformulemos nuestro pensar social.

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